Esta canción de Serrat nos muestra los FILTROS con que miramos a los demás. «cada quien se inventa la suerte del prójimo».

Joan Manuel Serrat

Nosotros tenemos un modo de conectarnos con LA REALIDAD, a través de los sentidos. Ya sabemos que esos sentidos no registran todo lo que hay: hay sonidos que no oímos pero un perro sí. Para ello hemos desarrollado una gran variedad de tecnología que amplía nuestro espectro perceptivo: radares, escuchas, telescopios y microscopios.

Más allá de eso nos parece que captamos bastante bien nuestro entorno. Sin embargo, hay dos barreras invisibles que se interponen entre nosotros y la realidad: es lo que se llama la SELECCIÓN PERCEPTUAL

Los FILTROS PERCEPTIVOS: Son los criterios que determinan qué percibimos y qué suprimimos

Dentro de la gran diversidad de estímulos que nos rodean seleccionamos aquellos que son de nuestro interés o necesidad. Ese interés puede variar de una época de nuestra vida a otra, y a veces de un día a otro. No me interesa el resultado de River – Boca; descubrí que hay un montón de carteles de “Se vende” en mi barrio; etc.

Estos filtros son importantes ya que nos muestran el abanico de opciones que tenemos frente a nosotros. Si la variedad de opciones no es suficientemente amplia, las decisiones se tomarán sobre un universo empobrecido. Según como percibimos la realidad, es como actuaremos.

Dinámicas para trabajar con esta canción: veamos que ven…

1. Según el relato de Serrat, algunos ven vasos “medio llenos” y otros, vasos “medio vacíos”

Oportunidades, clientes potenciales, etc.:

  • El escritor ve lectores
  • El casero ve inquilinos
  • Juanetes, el pedicuro.

Amenazas:

  • los banqueros ven morosos,
  • y la pasma, sospechosos
  • las señoras, tipos raros

2. ¿Qué otros ejemplos de Oportunidad o Amenaza encuentras en la canción?

3. ¿Qué ves tú cuando viajas en el metro, caminas por la calle, paseas por tu empresa? ¿Oportunidades? ¿Amenazas? ¿Colaboradores…o… Gente que te serrucha el piso?

LA BELLA Y EL METRO

Letra y Música de J.M. Serrat

Entre el infierno y el cielo,
galopando entre tinieblas
de la periferia al centro
del centro a la periferia,
el metro.

Con ojos de sueño viene
cruzando la madrugada;
regresará a medianoche
con el alma fatigada,
el metro.

Cargando arriba y abajo
íntimos desconocidos,
amaneceres y ocasos
con dirección al olvido.

Por sus arterias discurre
presurosa humanidad,
el alimento que engorda
la ciudad.

De reojo se miran,
de lejos se tocan,
se huelen, se evitan,
se ignoran, se rozan;
y en el traqueteo
del vagón hipnótico
cada quien se inventa
la suerte del prójimo.

El escritor ve lectores,
el diputado, carnaza;
el mosén ve pecadores,
y yo veo a esa muchacha
del metro.

Los carteristas ven primos,
los banqueros ven morosos,
el casero ve inquilinos
y la pasma, sospechosos
en el metro.

El general ve soldados;
juanetes, el pedicuro;
la comadrona, pasado;
el enterrador, futuro.

La bella ve que la miran,
y el feo ve que no está
solo en este mundo que
viene y va.

La bella se deja
mirar mientras mira
la nada que pasa
por la ventanilla.
Distante horizonte
de cristal de roca,
ajena y silente
flor de mi derrota.

El revisor ve billetes;
el sacamuelas ve dientes,
el carnicero, filetes;
y la ramera, clientes
en el metro.

Los avaros ven mendigos,
los mendigos ven avaros;
los caballeros, señoras;
las señoras, tipos raros
en el metro.

El autor ve personajes,
el zapatero ve pies;
el sombrerero, cabezas;
el peluquero, tupés.

Los médicos ven enfermos,
los camareros, cafés;
yo sólo la veo a ella:
la bella,
la bella,
la bella que no me ve.